El confort es un concepto universal para todos nosotros y deseamos tenerlo en todos los aspectos de nuestra vida, desde nuestro lugar de trabajo hasta nuestro hogar. En el caso de nuestros hogares, el confort tiene que unir diseño y arquitectura para conseguir una casa en la que vivir de la manera más cómoda posible. El resultado ideal es aquel al que se puede llamar hogar en todo el sentido de la palabra.

Acompáñanos en este artículo, y te explicaremos qué implica el confort en diseño y arquitectura y cómo se aplica en todos los ámbitos del hogar.

¿Qué es exactamente el confort?

Si en un ejercicio de curiosidad nos vamos a nuestros móviles y buscamos la palabra confort en Google o en un diccionario online, la definición que nos devuelven los buscadores es “bienestar o comodidad material». Si esta definición la trasladamos al ámbito arquitectónico nos damos cuenta de que abarca tres pilares distintos: visual, térmico y acústico. Tres pilares que están regulados y ajustados por las normativas de edificación, que nos ayudan a garantizar un mínimo exigible para las personas que terminan vivienda en los hogares que nosotros, arquitectos, diseñamos.

Tres cimientos que deben ser sólidos

El confort térmico, confort visual y confort acústico son los pilares sobre los que deben sustentarse la obra final para que haya una garantía de que las personas obtengan un mínimo de calidad que permita disfrutar de auténticos hogares cómodos y funcionales.

Confort térmico

Este confort depende concretamente de cuatro factores clave: la radiación o su falta en la fachada de nuestro edificio o casa, la temperatura ambiente del aire, las corrientes y su velocidad y la humedad relativa

  • Nuestro cuerpo es muy sensible a la radiación solar y a sus cambios, si hace en invierno hace frío, pero el sol roza nuestra piel, nos hará sentir mucho mejor, en cambio en verano puede suponer una desagradable molestia.
  • La temperatura ideal del aire en el interior de edificios y viviendas debe ser de entre 18-25 grados en invierno y 20-27 grados en verano.
  • Es crucial idear una correcta gestión de la circulación e intercambio del aire entre el interior y exterior de la vivienda.
  • Nuestro cuerpo tiene un amplio margen de tolerancia a la humedad relativa, pudiendo permitir variables del 20% al 70%.
  • Combinando todas estas variables y teniendo en cuenta como cada estancia las modifica, podemos elaborar un modelo para acercarnos al confort térmico ideal que debe tener un hogar o edificación.

Confort visual

El confort visual es un estado de comodidad o bienestar generado por el equilibrio de distintas variables dentro de un hogar, desde la naturaleza y la estabilidad de la construcción hasta la cantidad de luz que obtenemos en cada estancia. Cada una de estas variables deben estar definidas por las exigencias del usuario y las actividades o situaciones que se vayan a dar en una casa.

Una cocina luminosa y amplia donde podamos preparar alimentos de manera cómoda, una habitación bien iluminada donde estudiar, un salón donde disfrutar del mejor cine con luz tenue, son algunos de los ejemplos que se deben tener en cuenta. Los deslumbramientos, el exceso de sol en una estancia, o una clara falta de luz en otras, serían ejemplos de la ausencia de confort visual.

Confort acústico

El nivel acústico de los hogares está regulado por la normativa de cada lugar. Esta establece cuánto ruido deben absorber o transmitir los elementos arquitectónicos para que no existan problemas en el descanso, comunicación, salud y convivencia entre las personas y/o vecinos. Se mide en decibelios y para su correcto ajuste debemos tener en cuenta la calidad de los materiales, el grosor de los elementos y el abanico de usos que pueda darle cada persona a su hogar.

Decoración e interiorismo también cuentan

Cuando dejamos de lado el exterior nos metemos de lleno en el corazón del hogar; su decoración, sus muebles, las estancias, la iluminación y la estética. En este aspecto influyen numerosas variables como las modas, las expectativas estilo personal de los clientes y su forma de vida y la importancia que le da a cada estancia.

El confort en la decoración y el interiorismo nos lleva de lleno hacia su lado más subjetivo y personal, con pequeñas pinceladas de objetividad. Un ejemplo de esto sería las alturas de las superficies, que deben variar en función de si estamos llevando a cabo una actividad de carga o precisión, la altura de los muebles, la colocación de los elementos de iluminación, etc.

¿Se puede medir?

El confort tiene una parte objetiva y otra subjetiva, por ello en cada persona las exigencias para alcanzarlo son distintas. El trabajo de un arquitecto es buscar un punto de equilibrio, una ruta clara que lleve a un confort general o común a todos los usuarios.

Pese a ello no deja de ser un concepto humano e inventado, de ahí la importancia del trato personalizado, del mimo y de tener en cuenta las necesidades reales de cada persona frente al uso de nuestras edificaciones.

El confort, a pesar de ser algo en un primer momento intangible y formado por conceptos muy subjetivos, se termina mezclando con todos y cada de los elementos que definen una edificación. Algunas partes están tipificadas en normativas y directivas, mientras que otras dependen casi al completo del gusto personal de cada persona